jueves, octubre 18, 2007

No interesa lo pequeño que parezca el comienzo
Nunca tan apropiada esta frase de Henry D. Thoureau para definir estos tiempos que corren.
Tiempos electorales donde leemos en las noticias las fortunas que se gastan en publicitar la campaña oficialista. Fortunas que podrían destinarse a realmente paliar necesidades económicas y productivas en un país necesitado de soluciones y no de promesas.
La lógica que rige estas campañas es la de la vieja política, “hay que construir poder, hay que acumular poder” dicen sus candidatos.
Claramente Poder – que deriva del latín potere, ser capaz – es energía.
Sin poder no hay movimiento. Nuestras fuentes y usos del poder establecen límites, dan forma a nuestras relaciones, y hasta determinan cuánto permiso nos damos para liberar y expresar aspectos del ser.
Más que la afiliación partidaria, más que nuestras implicadas filosofías o ideologías, nuestra política es definida por el poder personal.
Teniendo en cuenta estos conceptos podríamos comenzar a pensar en términos del Poder Correcto. Poder no utilizado como un látigo para glorificar el ego, sino como un servicio a la vida. Poder Apropiado.
Así como la transformación personal faculta al individuo, en tanto ciudadano perteneciente a un grupo, revelándole una autoridad interna, la transformación social sigue a una relación en cadena del cambio personal. Puesto que el ser y la sociedad son inseparables, eventualmente todo aquel que esté preocupado por la transformación del individuo debe engancharse en la acción social. “Si intentamos crecer solos” escribió el científico político Melvin Gurtov, “aseguramos que la opresividad del sistema se cierre eventualmente en torno a nosotros. Si crecemos juntos, el sistema mismo debe cambiar”.
El crecimiento nuestro, como personas, como ciudadanos, se vuelve imprescindible para que maduremos como sociedad, como país, y nos hagamos responsables de nuestros actos y elecciones.
Ya tuvimos actos electorales en la década del 90 donde nadie se hizo cargo de haber votado la reelección de Menem. Con quién hablábamos decía “yo no lo voté” pero el resultado era que tenía mayoría a favor.
Tuvimos posteriormente siempre gobiernos que surgieron de la vieja forma de hacer política, con los resultados que hoy vemos.
Hoy vivimos un cuadro de situación que parece repetirse desde hace años: maestros que al no recibir la remuneración que merecen se convierte en cómplices involuntarios al no permitir el acceso a la educación y por lo tanto a la capacidad de elegir a miles de jóvenes y que “milagrosamente” (en provincia de Buenos Aires) reciben el aumento de sueldo diez días antes de las elecciones. Difamación hacia las personas que buscan una nueva forma de construir nuestra patria, amenazas, traiciones y la lista podría seguir indefinidamente.
Todo esto habla de nosotros como sociedad pero también como individuos.
Queremos realmente este panorama?
Todos decimos que queremos un país mejor, también nos enojamos con los políticos poniendo en la misma bolsa genérica a gente que cruza el límite de la ley con gente que ha ejercido el servicio, porque eso es la gestión política estar al servicio, a nuestra sociedad.
Alexis de Tocqueville tenía una interesante teoría sobre el peligro de la claudicación de la responsabilidad de una democracia. “La extrema centralización del gobierno en última instancia enerva a la sociedad, los propios beneficios de una democracia, sus libertades, pueden conducir a una especie de privatización de sus intereses. Los habitantes llevan una vida tan atareada, tan llena de deseos y de trabajo, que difícilmente le quede alguna energía a cada individuo para la vida pública”. Esto fue escrito hace siglo y medio.
Esta tendencia natural de descansar en el trabajo de quienes han sido o serán electos nos mantiene en una infancia perpetua, de queja pero no de compromiso.
Y entonces vemos como en una película contínua reelecciones, alternancia de manejo entre los mismos personajes, actos deshonestos, leyes que no aprobaríamos (si participáramos…) y demás situaciones de las cuales escuchamos comentarios todo el tiempo en la calle, el almacén, el taxi.
Los argentinos, pueblo pujante y creativo, nos estamos convirtiendo en quejosos inmóviles.
Queremos realmente esto?
O queremos tener incidencia sobre nuestro destino y el de nuestros seres queridos?
Thoureau, a quién hacemos referencia en el título decía “emití tu voto integral, no meramente una lonja de papel, sino tu influencia íntegra. Una minoría carece de poder mientras se conforma a la mayoría… pero resulta irresistible cuando agolpa su peso íntegro… haz que tu vida sea una contrafricción para detener la máquina”.
Ghandi introdujo el concepto de la minoría poderosamente comprometida, primero ganando el reconocimiento de los derechos de los Hindúes que vivían en Sudáfrica y luego ganando la independencia de India con respecto al imperio Británico.
“Es supersticioso e impío creer que un acto de una mayoría ata a una minoría. Lo que cuenta no son las cifras sino la calidad…No considero a la fuerza de los números como necesaria en una causa justa”.
Tambien podemos agregar que esta minoría silenciosa a la cual sentimos que pertenecemos - esa que quiere un país transparente, con proyección, sin desigualdad social, con equidad distributiva - puede ser mayoría. Con el aporte de todos nosotros.
Comencemos por garantizar un acto electoral transparente, sin fraudes, colaborando como fiscales. Más allá de afiliaciones partidarias. Como ciudadanos.
Una democracia viciada nos afecta a todos.
Los líderes verdaderamente grandes o creativos inducen en sus seguidores tendencias nuevas más dinámicas.
Despiertan en ellos esperanzas, aspiraciones, expectativas.
Fomentemos un cambio de paradigmas en la forma de hacer política.
Aprendamos que uno no crece solo, que necesariamente tenemos que crecer juntos para que nuestros hijos y nietos puedan caminar con seguridad nuestras calles, las de todos. Para que puedan estudiar y ser personas sin frustraciones cuando crezcan.
Para que podamos trabajar y transmitirles el amor por nuestra tierra, por nuestra gente.
Para que Poder no sea una mala palabra sino lo que significa en su raíz: ser capaz.

Ya estamos para un país mejor
Comencemos a construirlo.

Fuentes: Revista Mutantia, Desobediencia Civil de Henry Thoureau, Biografía de Ghandi.