jueves, noviembre 30, 2006

  • Amanece con espléndido sol, casi veraniego.
    La ciudad, si bien no tan grande como las metrópolis, comienza con su ajetreo cotidiano, el mismo ajetreo que aleja a sus habitantes de la visión placentera de ciudad de provincias para acercarlo a las fantasías peor iluminadas de un urbanita capitalino.
    Plaza de Mayo, la calle Monte Caseros escupe ómnibus y coches hacia el bajo, hacia el río Paraná, aunque muy pocos lleguen a ver ese paisaje de ensueño, ensimismados en llegar rápido a ninguna parte.
    Algunos Concejales del gobierno municipal pasan preocupados pensando cómo ser reelectos, como seguir su justa labor de prohibir a artistas por decir lo que tienen que decir, como seguir subsidiando su ambición a costa de los dineros del pueblo.
    El muchachito vestido con ropa de marca cara arrastra su frustración adolescente cruzando hacia la peatonal, masculla rabia porque sus padres no le han regalado el celular de última generación para poder tomar fotitos con sus amigos y colgarlas en un blog donde hay muchas fotos pero en definitiva no se ve nada.
    En este mismo momento otro adolescente de la misma edad entra en un negocio de Beirut y elige un uniforme de combate en el único comercio que funciona por estos días en Líbano. La venta de uniformes de descarte de los ejércitos de EEUU, Inglaterra y Francia, los mismos van a parar a Medio Oriente, justo ahora que se prepara una nueva guerra civil. Seguramente con sus pocos años de vida, robará otras o perderá la suya en un montón de escombros que quedaron de los bombardeos israelíes. No se le cruza por la cabeza pensar en un celular con camarita…
    Y nosotros?
    Los adultos y que tenemos la maravillosa posibilidad de criar nuestros hijos en zonas de paz no sabemos cómo inculcarles valores que contrarresten el bombardeo intensivo de la globalización a nuestros muchachos.
    Esta tarde las playas estarán concurridas, habrá rondas de mate, chicas en malla y nadie se sentirá agradecido por este lugar donde nos toca vivir. El río Paraná seguirá manso su curso hacia el mar.
    Yo entregaré un nuevo trabajo digital para mostrar en una colectiva con el tema del fútbol. Luego me ganaré el salario y me iré a dormir sin haber podido influir para cambiar el estado de las cosas una vez más…



Paradoja del Clásico


Devorador de Corazones